
Nieblas que pueden ocultar islas enteras y hacer que se pasen de largo, temporales -y también terribles calmas, cuando el barco no avanza durante días-, accidentes, ataques de barcos enemigos, enfermedades, hambre. Hemos visto que las propias cartas marinas son poco fiables, y también que se cuenta con la presencia de lo desconocido, apariciones o monstruos. Los portugueses, en sus exploraciones al sur de África, ya habían temido llegar a tierras donde no se cumplieran las habituales leyes físicas y naturales a que estaban acostumbrados. Al temor se unía cierto inconfesable deseo de ver esos temidos mares verdes o oscuros y esas lagunas innavegables llenas de monstruos, que habían citado los geógrafos árabes. Más al sur deberían llegar a una zona tórrida, donde los hombres se tornaban negros, donde había ríos de fuego que descendían de las montañas y donde el mar estaba tan caliente que quemaba las naves. El milagro lo vivían cotidianamente, al no ver ni poder interpretar científicamente la realidad. Se trata de la electricidad acumulada, del fuego fatuo. Los fuegos fatuos o fuegos de San Telmo, como llamaban generalmente los marineros a las "llamas" azuladas que aparecían sobre los extremos de los mástiles o en los cabos tras una tormenta, no son sino el resultado de la acumulación de la electricidad en el ambiente, bajo ciertas condiciones de humedad extrema. Pero para los campesinos de muchas regiones se trata de espíritus malignos, y el verse rodeados por ellos no hacía sino incrementar su terror. En caso de peligro extremo la sensibilidad acallada salía a flote en forma de llantos, gemidos y expresiones muy teatrales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario